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; por Pepito Reyes _ 261 en su cefidor, lo arrastra violentamente hacia la calle, entra en casa, atranca la puerta... y jaqui no ha pasado nada! Esta faena la ejecuta la Juana en tres segundos. ee: “;Hombre, hombre, hombre!, dijo Juan, ai verse otra vez a la intemperie. ;Esto no puede ser!’;No hay derecho a esto! Oye, Juana; abre Ia puerta, que me voy a helar aqui. Abrela, mujer, y hagamos las paces y fo pasau, pasau. _ Pero sus voces caian en el vacio. m ‘Pidié, ‘suplico6 humildemente, amenazdé, volvié a suplicary amenazar, empleando todos fos tonos y todas las frasés que pueden emplearse cuando se trata de alcanzar algo de una persona; pero nadie contestaba a sus re apremiantes. - Qué hace entonces Juan? . Se cuelga la guitarra al cuello, se retiaa unos cuantos pasos hasta ponerse frente a la ventafia, rasguea un poco las cuerdas del instrumento para probarlo, carraspea, preparando la garganta, y con el fin de conmover a su mujer rompe a edne tar de. este modo, al son de su guitarra: Aqui se encuentra Don Juan Cantandole a Dofia Juana, Con la guitarra en la mano, A las dos de la mafiana. Abreme la puerta, Juana Pues lo. pide tu marido Que aunque es valiente, es pequefio,; ‘ y aunque es bueno, esta bebido. Aqui se paré en seco, a ver si la sefiora de sus pensamien- tos daba sefiales de que oia a su trovador y j;nada! ;Sitencio sepulcral! i _Sigue cantando: Prometo beber. con eanlne Con regla y sin abusar, Abreme la puerta, Juana, Que todo se “arreglara”. Vuelve a pararse y vuelve a hacer silencio, pero la sefiora no respira, y ni se. abre la “fenestra”, ni se entreabren’ las “celosias”. Parece que esté cantando delante de un edificio inhabitado. Entonces lanza al aire este ultimo cantar, que era asi como sacar el Cristo:
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