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por Pepito Reyes 259 —gTirarte tu? ;No seria malo! Pero es un decir, y del dicho al hecho hay que tomar el tranvia. —;Por vida del moro Muza y de toda su parentela! A la una, a las dos, a las tres, 4Me abres la puerta o no? —Pues antes de diez minutos ya estas viuda. Y sin mas, echa a andar calle abajo en busca de las aguas del rio, que corrian a unos cien metros de distancia. A los cuatro minutos de desaparecer en la esquina de la calle, se oye un ruido ;Cataplin! —jMadre de Dios!, grita aterrada la Juana. ;Si se ha tirao...! Y baja, como una loca, las escaleras y corre precipitada> mente hacia el rio para socorrerie. Pero Juan, que en vez de tirarse al rio, lo que hizo es arro- jor sobre él una piedra de dos arrobas, en cuanto note desde alli que su mujer habia salido de casa, da un pequefio rodeo y vuelve a ella; y después de atrancar bien la puerta, sube a la habitacién y se coloca exactamente en e! mismo sitio que oou- paba antes su mujer, es decir, Junto a la ventana. La Juana, que ignoraba esta maniobra, llega a la oritia del rio y empieza a gritar con voz tragica: —jJuan! ;Juan! zDonde estas? Pero nadie contestaba. ;Mo- mentos terribles! En esto se le ocurre volver la cabeza y mirar a Su casa, y lo ve a Juan muy tranquilo en el hueco de la ventana y mi- rondo a la calle. —,Ah, ladrén!, exclamé. Ya me parecia mucha hazafia eso de que te tiraras tu al rio, siendo el rio de agua. ;Si fuera de vino tinto, ya seria otra cosal Entonces se cambiaron los papeles, y fué la Juana la que se encaminé paso a paso en busca de su domicilio. Liega a la puerta e intenta abrirla, pero no puede, porque su marido la ha cerrado. —jJuan! le grita su mujer. —Juan, g€h?, contesta él en voz baja. Hace poco Juana y ahora Juan. ;Qué vueltas da el mundo! —jJuaaan!, repite su mujer con mas fuerza. —4Qué es eso? 4Qué pasa? —Baja ahora mismo y abre- esta puerta mas que 1 la ca- rrera. :

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