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254 Colorin Colorado fuera la misma voz de Dios, hizo cesar el bullicio de la aldec reduciéndola a un silencio casi absoluto. Suspendieron los nifios el juego del marro, recogieron lias nifias las tabas o la soga, bajo cuyo arco movible habian es- tado brincando, dejaron los mozos el partido de pelota para continuarlo mas tarde, y por todas las calles y encrucijadas se veian afluir hacia, el templo del Sefior personas de toda edad y condicién, los hombres requiriendo la chaqueta para ajus- tarsela bien, después de arrojar al suelo la colilla de su ciga- rro, los muchachos corriendo y las madres con los nifios en sus brazOs no sin haber cerrado previamente con ilave las puertas de sus casas. En cuanto al tio Celedonio, con el baculo clavado en el suelo y las manos y Ia barbilla apoyadas en su extremo superior, miraba pasar a sus convecinos en direceién a la iglesia, bien pesa- roso de no poder acompafiaries, y no por sus afios precisa- mente, sino por aquel condenado de reuma qué le habia re- ducido casi a la inmovilidad, cuando oyé ia voz de su nieta que le HNamaba desde la ventana: —jAbuelo! —ZQué quieres tu ahora? le contesté éste levantando la cabeza de mal humor. —En la alacena tiene usté la merienda, y encima de la silla esta el Afio Cristiano. Ya le he puesto ta sefial. Moy es San Juan de Mata. —Vistete mas que a la carrera, le contesté el viejo, que las visperas han empeézado ya y no vais a llegar ni al “Triste Con- fesor”. Y siguié refunfufiando para si en voz baja, mientras force- Jeaba penosamente para liar un pitillo con sus trémulas manos. —jSan Juan de Mata, San Juan de Mata! Ya estas tu bue~ no “mata”, yal ;Una “mata” con pinchos y sin moras, eso eres tu! No vaya a deducir el lector de estas palabras que el tio Celedonio queria mal a su nieta, porque no es verdad. Los dos se querian como buenos amiguitos, a pesar de la enorme diferencia en la edad, tal vez en virtud de esa ley (si @s que es una ley) de que los extremos se tocan. La Car- men le hacia muchas veces los cigarros primorosamente y ade- mas le lefa el periddico con ia mayor entonaciéh y el abuelito en cambio la entusiasmaba y asombraba refiriéndole los mas emocionantes episodios de fa guerra carlista, donde 6! habia sido actor 0 espectador.
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