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por Pepito Reyes 253 de entusiasmo por us Ojos, por su boca y por todo su cuerpo. ZQue si tengo? Tengo aqui mi gloria, tengo mi alegria, tengo mi esperanza, tengo un rey, que cuando es de oro, como éste (y ; 24s! lo arrojé ai corro) de todo triunfa y todo lo arregia. ~jOléee! grité loca de regocijo la sefia Felisa al ver a su majestad tan flamante, con su holgada capa, su corona en la cabeza y Sus zapatillas puntiagudas en los pies. Este sefior nos trae esta tarde la victoria. Ven aqui, majo, ven aqui retre- chero, ven aqui resaladisimo, que te voy a dar veinticinco besos. Y tomando el! naipe en las manos io besd repetidas veces con estrépito y frenesi, afiadiendo en seguida: —Ya tenemos la partida cabeza abajo, Carmen. Efectivamente, amable lector, aunque la ultima baza fué para las abuelas, no logré ya aquel triunfo insignificante y tar- dio cambiar la direccidn de la suerte, que se declaré en favor de la otra pareja nada menos que por trece tantos de dife- rencia. Acabando estaban de contarlos entre el bureo, los comen- tarios y la algazara de las vecinas mironas, que no eran menos de diez, cuando volvié a llamar mas nerviosa que la vez pasada la campanita de la torre. —j; El tercero a visperas! torné a gritar 6! antiguo voluntario de D. Carlos. Y ;hospa de aqui todas, que Dios es antes que nadie! Este grito y aquellos sonidos pusieron rapidamente en pie a todo el grupo de mujeres, que golpeando el polvillo adherido a sus vestidos y cubriéndose con las mantillas que oconsige tle- vaban, se encaminaron en seguida al templo del lugar. La sefia Felisa y su hija entraron entonces apresuradamente en su casa para vestirse —j{Gracias a Dios! exclamé el tio Celedonio al verse solo. 7Qué ralea de mujeres! Como un bombo fe ponen a uno la cabeza, con tanto alborotar. Y todo pa decir “echa bresca y tengo triunfo”. ;Rediez, qué casta! En aquel instante callo la campanita pequefia y empezo a sOnar acOmpasadamente la campana mayor, anunciando a I>s fieles que era Minerva (Visperas de Expuesto). Y como si aquel acento mistico, grave y solemne que re- Percutia en las calles del pueblo y aun en el valle entero,
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