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por Pepito Reyes ces ieagdsate 25 —Como la tuya. zCrees tu que esOs animalitos de Dios ne- cesitan oir blasfemar de su santisimo nombre, si han de cumplir su destino, tirando del carro? —Pues mire usté, D. Martin; mafiana 0 pasao, voy a salir case con la galera cargada hasta el toldo za que no les hace usté subir a las mulas la cuesta de la Posada, sin jurar? —;Y no subiran! Y ;jclaro que no subiran!, replicc ei sefior parroco, empezando a sulfurarse. z¥Y quién tiene In culpa de eso, ‘sino tu? —z Yo? ;Otra que rediez! Y gpor qué? —Si cuando les pegas blasfemas, y cuando blasfemas les pegas zgqué han de hacer los animales sino =e el paso, cuando te oyen blasfemar? —No entiendo ese tinglao. —Porque eres tonto. Si al decirte yo cierta palabra, te diera siempre un bofetén, zqué harias tu al oirmela? —Pues es claro: escurrir el bulto. Pues eso es lo que hacen tus mulas; apartarse de ti cuan- j do te Oyen insultar a Dios; y como estan enganchadas a un i carro, al escapar de ti, se llevan el carro consigo. Esa es toda } la filosofia del caso, y no hay Otra. —De manera que usté cree... ~~ Qué voy a creer yo, hombre? Yo no creo, sino que veo. Y lo que veo es que si tu, para hacer tirar a tus mulas, eligieras, en vez de una blasfemia, una palabra inocente, y le pusieras su correspondiente acompafiamiento de garrotazos, las mulas, al oirla, arrastrarian la galera con tanto coraje como cuando te oyen decir esas barbaridades, ~jToma! ;Y pua que tenga usté razon! exclamo el boionio, como si la observacién del sefior cura fuera de !o mas nuevo e ingenioso. ’ i —;Nada! ;Pruébalo y lo veras! —jPues lo hi de probar! Lo probd, efectivamente, el tio Tanasio, y con los mejores resultados. Pero no dejo de costarle sus apurillos el hallar la | solucién. Como D. Quijote para encontrar el en de su dama y el mote de su caballo, 6! discurrié, medité, unas veces pasean- } dose por el patio de su casa, otras sentado en un banco de la entrada, y, después de mirar doscientas veces al suelo, y cuatro-