BCCPAM000R48-1-33000000000000
246 ae Colorin Colorado ~—z_Cuanto? —Cincuenta pesetas cada uno, y por consiguiente, entre los Os, cien pesetas. —jOfe, cien pesetas! ;Cien pesetas es mucho! ;Si fua “de baides”!... —No; de balde no puede ser. Aunque... si; yo les tlevaré de balde; pero con una condicién. —ziCual? —Que durante el vuelo, ninguno de los dos ha de hablar nada. —Conformes. —Ni_ una palabra, ni un grito. —Y si alguno de los dos dice una sola palabra o ianza un solo grito, pagaran Vds. las cien pésetas. —Estamos conformes. ; Puesta y aceptada esta condicion, subieron al aparato los dos aragoneses (aunque con lentitud y cierto recelo) y ocu- paron gravemente sus puestos. Subié. acto continuo el aviador, y ocupé también el suyo, con el propdosito de hacer una broma a aquellos dos baturros, arranoandoles la palabra del cuerpo- a fuerza de sustos. Despegd el avidn, elevandose en pocos minutes a una altura de unos mil metros, y, una vez alli, sé lanzé el aviador con su aparato en linea récta a una carrera loca de mas de dos- cientos kilémetros por hora. Pero noté qué sus acompafiantes, ni perdian la serenidad, ni lanzaban una exclamacién, ni se daban siquiéra por entera- dos de aquello. Empez6 entonces el aeroplano a cabecear furiosamente, mo- viéndose en el espacio como una barca en el mar, agitada por violento temporal. Pero el matrimonio seguia impertérrito. Entonoes el aviador se tird de cabeza, invirtiendo total- mente el aparato, y haciendo en el aire eso que entre ellos se Hama el “sacacorchos». ‘Los baturricos se agarraron bien, pero sin santos ~—jCanastos! dijo entre si el piloto, picado ya €n su amor propio. Pues ahora si que vais a mover la sin hueso o no seré yo quien soy . Y se dispuso a dar la vuelta de campana. Dié efectivamente la voltereta y... jmada! los baturros no hablaban. Otra vuelta en seguida. Y lo mismo jsilencio sepuicral! Convencido al fin el aviador de qué no habia modo dé +
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz