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por Pepito Reyes 237 eects $$ $$ meto que seguiré su consejo y me reportaré lo que pueda en adelante. —ZzY el Rosario? —El Rosario, tia Melchora, ha de saber usté que, desde la Mision, lo rezamos to los dias, y asi lo haremos siempre, con la ayuda de Dios. —Me gusta lo que me dices. Td merenderas. --jMuchas gracias! Bueno. Y ahora, a ver dénde se ileva este elefante y quién carga con él. ~—j;Venga por aca! contéesta Pascual aprisionandole en el acto los dos brazuelos con sus pufios de hierro. Tira de ellos hacia si, empujan los demas, consiguen entre todos levantar en alto y cargar sObre las anchas espaldas de aquel Atlante rdstico aquel mundo de carne temblorosa, y paso ante paso, ayudandole el tio Marcos, el pastor y hasta las mujeres, llega hasta una habitaclén pequefia del piso superior, y alli lo dejan encerrado, y a buen recaudo. Después de tanto trajin y tantas emociones, natural es que se tomen algdn refrigerio y celebren el acontecimiento tos actores de la tragedia. Y lo celebran con un almuerzo, Pero jqué almuerzo! Varias veces me ha tocado ver en mi nifiez algo semejante; y te aseguro, curioso lector, que ahora casi me desmayo de sdélo pensar en él. El que aquelia mafiana preparé la tia Melchora fué colosal. Un pucherén panzudo, de los Hamados alli “de fiestas”, eon medio almud de habas secas en su vientre, condimentadas aque! dia con la misma grasa de la vietima, y adornadas con picaduras de guindilla reja y rabiosa, que levanta en vilo. Esto para abrir el apetito. Para cerrarlo, una sartén zqué digo, “sartén”? un verda- dero vulquete en cuyo seno humean, al calor del hogar, sudan, Ghirrian y alborotan, no solamente la cocina, sino la casa y hasta el barrio entero, tasajos de carne (viva dos horas antes) tan grandes como el pufio. Cuando todo esta en su punto y se ve ya en la mésa la inmensa tartera, colmada de potaje y envuelta en espirales de vapor, dice ei tio Marcos, mirando a uno de sus hijos: —jLa bendicion! Vv el més pequefiin de todos,.que ya esta acostumbrado porque lo hace todos los dias, junta sus maneoitas, y dice, un poco de prisa, con los ojos muy abiertos y sin pestafieor: j

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