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236 Colorin Colorado la lengua de las mujeres que no hacen més que hablar en tol dia! ~—jEso, eso! confirma el tio Marcos. —Oye, Vidal, pregunta el mozo, zy qué son @sas cosas lar- gas y coloradas? —Estos son los pulmones; y son pa cuestiédn de alentar. Y los del hombre son lo mismo. Estos, alientas pa dentro zsa- bes? y sinflan; alientas pa fuera, y se desinflan; y asi toa ta vida. ~—Entonces a modo de un fuelle, vamos al decir. ~Eso mesmo, ~Pues ;tiene que ver! ~-jEl corazon! vuelve a cantar €] matachin, ensefiando una bola de carne dura y sangrante. Fijaisus, fijaisus ahora. Fijese usté, tio Marcos. 4Sus acordais cuando he dicho yo al matar: jAahora va? —;Si! —Pues es lo que buscaba. Siempre hago lo mismo: primero sangrar bien, pa que salga la carne blanca, y después p'nchar aqui; y jamas me ha fallao 61 golpe. Fijaisus qué herida. ! ~jRediez, dice el mozo, ya se podia quejar! | Vacian seguidamente sobre un gran barrefio el vienire del | animal, y cuando ya no parecia aquello mas que un gran cuenco desocupado, tira el pastor de donde 6] sabe, saca dos trozos buenos de carne, como dos gemelos y dice: -—jLos lomillos! ;qué par de disciplinas eh, tia Melchora! ;Como me zurraria yo la badana con ellus! —zTe gustan? pregunto la aludida. ~Hombre, eso no se le pregunta a un ciudadano honrao. —Pues las comeras. Te cOnvido ahora mismo para eso a una merienda con mis hombres; pero con dos condiciones, una por cada lomillo, ~Vengan las condiciones, tia Melchora. ~La primera que has de tratar mejor a tu mujer; que he cido que la tratas mal; y la segunda, que habéis de rezar todas las noches e} rosario. Me han dicho que no lo rezais, y eso es una vergiienza en una familia cristiana. —Mire usté tia Meichora, responde Vidal poniéndose grave; en cuanto a la mujer, ya sabe usté que tiene un genio endia- blado y levantisco y me da ella sola mas quiacer que toa la cabreria. Si le chiflas, mal; y si le tiras el palo, pior. De todos modos confieso que yo también tengo mi genio, y le pro-