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234 _____Colorin Colorado ~jAaaaaaa una! Ya adivina sin duda ei lector lo que entonces sucedio; que los tres hombres se abalanzaron sobre aquel montén de carne: que, quieras que no, lo tumbaron sobre el trillo; que Pascual, sobre todo, aprétaba alli como un luchador de la greco romana; que aunque aquello no era mas que una broma para lo que iba a venir después, la bestia daba cada grufiido que se Oia a tres kilémetros de distancia; que Erenia y su madre estaban ner- viosas dé entusiasmo, y que los tres pequefios corrian de acé para alla, locos de inquietud, bebiéndose todos los detalles de la @scena, y bailando de gusto y de emocidn. Seguidamente ei pastor, después de sujetar al bicho con un gancho clavado junto al hocico, con ia mayor tranquilidad del mundo, como si tomase de la mesa un amarreco por. ha- berio ganado al mus envidando a la “pequefia”, agarré un terrible cuchilio que tenia a su vera, y dijo a la duefia de la casa: : —j Que no pare ahora la mano, que la sangre se cuaja en un verbo! A lo que contesté la tia Melchora, que estaba alli mismo acurrucada, teniendo delante un barrefio de tamafio rogular: --jPincha, pincha, que aqui aguardo yo! Y el matarife, después de santiguarse devotamente (no te | rias, lector, porque es la pura verdad) y de tentar suavemen- } te el cuello de la victima, aplicé el arma escalofriante y jplif! broté, mejor dicho, “estallé” un hilo de sangre, que conver- tido en seguida en un verdadero arroyo, caia sobre el fondo del ‘ cuenco, deslizandose antes por el cuchillo y la mano misma del matador. La tia Melchora agitaba y zarandeaba sin cesar el liquido rojo, y humeante, haciendo oleaje y remolinos con él; y, a pesar de la compasién que le inspiraba el animal jcon qué gusto, con qué placer tan singular! Porque aquello que fluia por el orificio macabro no era sangre lector gqué va a ser sangre? Eran morcillas grandes, morcillas redondas, que ella se imaginaba verlas ya asandose en ja parrilila, sudorosas y relucientes, para partirlas luego en trozos y distribuirlas, no solamente entre sus hijos, sino entre los pobres que Ilamasen a su puerta; porque jasi era de carita- tiva y generosa aquelia matrona de aldea y auténtica navarra! Siguiendo el relato, digo, que a los tres minutos de sangria

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