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eae Colorin Colorado Tirése con esto él de la cama, oyéronse en seguida el ba- laneeo y el chirrido de dos o tres camas mas, luego. mucho arrastre de pies, ruldo de zapatos, bostezos sonoros y toses de invierno; y pocos minutos més tarde, fueron Ilegande a ta cocina las personas mayores de aqueélia familia, es a saber, el ya citado tio Marcos, su mujer, la tia Melchora, Erenia, hija de ambos, Joven como de unos quince afios de edad, y Pascual, su hermano, un motilén de veinticinco, de corto, cortisimo en- tendimiento (un gradico més que el agua) pero de inoreibles fuerzas corporales y tan torpe de movimientos ademas, que decian de él sus compafieros, en son de burla, que un dia, corriendo por ja carretera, habia atropelilado a un camion. Fué acuerdo tomado la noche anterior no ilamar aquelila mafiana a la “gente menuda”, (tres zagalillos de cinco, ocho y nueve afios respectivamente), pero jya, ya! 7Buena habia sido aquella noche para la gente menuda! Lo poco de ella que pudieron dormir (porque hasta las doce na- die pegé alli el ojo) la pasaron sofiando en lamentos, tiros, cuchilladas y mantequilleros. Asi es que, casi pisandoles los talones a los mayores, apa- recieron ellos en la puerta de la cocina, como un ramillete de flores blancas (porque no Ilevaban puesta mas que una prends de vestir) y como pidiendo misericordia, o sea, tres billetes de entrada para el espectaculo. — —zPero qué hace aqui esta “cuatropea”? grito la tia Mel- chora al verios. ;Largo los tres a la cama, mas qué al trote! —Déjalos mujer, dijo el tio Marcos. Déjalos; ya que estan levantaos. Una vez, es una vez: ¥ si lo quieren ver todo, que lo vean. Accedié a ello su madre, aunque refunfufiando, se actrcaron todos al hogar, templando sus nervios al calor de una fogata descomunal que encendiéd Pascual en cuatro boleos, desayu- néronse las mujeres y los nifios con pan y mostillo, y Pascual y su padre y el pastor, que liegd poco después, con sendas rebanadas de lo mismo, tostadas al fuego, untadas con ajo y ahogadas después en anis de la peor calidad y ;a la tarea en seguida, que el tiempo es oro, y no hay que perderio! Encaminése, pues, la procesién en busca del reo en el orden siguiente: iba abriendo la marcha la tia Melchora, con un pufiado de maiz desgranado en la bolsa del delantal y una mazorca de lo mismo en la mano; seguiale su hija con el can- dil, luego los hombres, por si fuera necesario su intervencién y en la retaguardia, los tres pequefios, ya vestidos, con los Cjos avidos de ouriosidad, miraéndolo todo, per donde podian,

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