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222 ori ti Colorin Colorado Todas las puertas, balcones y ventanas se cérraron inmediatamen- te; y la servidumbre iba, pisando quedito, por todos los corre- dores del palacio diciendo con voz sumisa y alarmante: “;Ca- tarro! Catarro tiene el Marqués. ;Catarro, Catarro!” Yo, en- tretanto, apretaba de firme, porque esperaba que el trato seria bueno. —zY lo fué? —De lo mejor. —jDichoso tu, vuelvo a decir y lo diré mil veces! La cama de tres colchones y con dosel, y casi todo el dia dentro de ella. Tacitas de caldo de gallina cada media hora, un pichoncito a mediodia, y por la noche después de une cena “chic”, un tazén de leche con unas gotitas de cofiac, tan sabrosa y estimulante que, de gusto que me daba el tomarla, me queédaba casi sin conocimiento, Por fin, aburrido de tanta felicidad, abandoné el palacio y me fui a casa de dofia Ca- rolina. —zY¥ quién es Dofia Carolina? ~-gPero estas en babia, tu? gY edémo ejercitas el oficio, que ignoras que Dofia Carolina es tla mejor cliente que ‘enemos en la Provincia? —No sabia una palabra. Sigue. zA que te fué bien alla? ~Tres meses duré la estancia y te aseguro que nada me falté. Para mi, los pasteles y el vino rancio; para mi, la tem- peratura agradable; el sofa mullido, la leche de burra y una manzanita asada después de cada comida; hasta mis pitillos me fumaba, cosa que no habia hecho en mi vida. ~—jSuerte la tuya! —Y talento ademas, amigo. Porque uno de los dias en que estabamos sentados al amor de la lumbre, sonéd la campano de la torre, llamando a Misa mayor. “Hermenegilda, gritd su- bitamente Dofia Carolina. Traeme el abrigo, que quiero oir Misa hoy porque es dia de precepto”. Pues me va a reventar esta sefiora, dije yo para mi, sacandome de casa a tomar el fresco... Entonoes hice dos veces ;Eje! ;Eje! “Hermenegilda, volvié a gritaer Bela @arolina, no me traigas el abrige, que, aunque @s dia de precepto, no voy a oir Misa, porque he tosido dos veces”. Y con esta estratagema salvé la situacién. —zSabes lo que te digo? que eres el catarro mas afortu- nado del mundo, y que me causas envidia, sobre todo cuando comparo tu fortuna con mi suerte perra. ~zPero tan mal te ha ido, compadre? —No me digas, que de sdlo pensarlo me pongo nervioso. El

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