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sobre una sabana limpisima y alumbrado por la luz tembiorosa de una lamparilla, y e! veterano carlista para velarie. Lo primero que hizo aquel viejo soldado al verse solo con el cadaver fué tomar una silla de las qué estaban arrimadas a la pared y sentarse junto a él. En seguida, de la bolsa enorme de su chaiqueta, sacé un rosario de cuentas tan grandes como avellanas y empezdé 2 des- granarlas una por una ientamente, con la vista fija en el muerto y la mente sumida en los mas graves pensamientos. Asi rezé un fosaNo completo. ‘ Pero la funcién de ta iglesia era tan larguisima y daba tiem- po para todo; y como la noche habia cerrado ya, y el frio de noviembre empezaba a hacer impresidn en sus miembros acar- tonados, determin6é pasar e! resto de la velada en la cocina, que ee hallaba a dos pasos de alli. Se levanté, pues, y con todo silencio como si el muorto se fuera a despertar, se encaminé a la otra habitacién, después de atizar cuidadosamente la lamparilla colocada en el suelo junto a la cabeza del cadaver. Una vez en la cocina y después de cerrar tras si la puerta (pero dejando totalmente abierto el ventanillo , por lo que pu- diera suceder) se senté junto al fuego y cargé su pipa, para ir matando el tiempo. EI silencio que reinaba entonces en aqueélla casa era abso- luto e imponente. Imponente, por ser aque! el mes de las almas que evOca ideas @ imagenes de ultratumba; imponente, por ser de noche, e@ im- ponente porque la muerte se hallaba alli a pocos metros del tio Valentin, personificada en aque! cadaver frio, que ere uno de sus ultimas presas. Todas estas ideas iba revolviendo en su mente el veterano cuando vino a sacarle de sus méditaciones un son ritmico y mis- terioso que empezé a Ojse en Ia escalera de! domicilio. Parecia que alguien empezaba a subir por ella y al apoyar sus ples en los peldafios haolfa: Cis... clas... clis, elds... quiticlis... cataclis... —jCaracho! exclamé el veterano un poco alarmado, mirande hacia el ventanillo zqué sera eso? Entonces cesé el ruido y volvié a reinar el silencio. Pero a los pocos segundos los mismos sonidos sé reépiten y cada vez mas cerca: j Quiticl’s... clas... ; quiticlis, Tataclds!... Indudablemente la persona, 0 el duende 0 io que fuera iba supiendo la escalera y s€ acercava a la cocina.
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