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208 Colorin Colorado a dar un abrazo 0 un cachete a su marido, segun lo que dijera. —Pues, sefior, empezo el tio Melitén, resulta que yo he sa- lido de Zaragoza a las siete de la tarde, con los encarguicos bien hechos, y el libro comprao, y en Ia faja, y... etc. Otc. etc. Como el lector lo sabe ya todo, no tengo por qué repetirlo. Mientras el baturrico referia el dramatico episodio, en ia cara de la tia Ezequiela se iba verificando lentamente una transfor- macion parecida a la que se verifica en el horizonte en un her- moso amanecer, y al acabar el relato le dijo ella con la cara convertida en una inmensa sonrisa: _ —~No te apures, pequefio, que aqui no ha pasao nada, y pa que te se pase el susto, ven aca, que te tengo guardao un pu- echero de alubias de Sangiiesa que hacen “tilin”. Los chicos han cenao conmigo y se han acOstao, con que pa tu és tol pu- hero. ~Eres la mujer mas maja que hay en tol orbe terraquio des- pués de la Pilarica, exclamd el tio Meliton entusiasmado; y ese libro de San Antonio antes de tres dias lo tendras en la mano. Te lo juro. ~—¢~Como antes de tres dias? contesté su mujer. Mafiana iras Otra vez a Zaragoza. Y si por la noche vueives sin vida, te en- tierro, que te conste. ~Y estards en tu derecho, respondié el baturro, siguiéndole ~ ia broma; porque eso mesmo hace el sepulturero con tolos ve- cinos del pueblo, en cuanto los ve sin vida, enterrarlos. Pero no hubo necesidad de eso, amable lector, y ademas hubiera sido una pena que el mundo perdiera tan pronto un aragonés tan simpatico como el tio Melitén Castafiera, porque al segundo dia, entraba con todos los honores la “Vida de San Antonio de Padua” en el hogar cristianisimo y honrado de la tia Ezequiela Mesegueér. Tenia ésta el propésito de leer ei libro todas las noches con su familia; pero después cambid de parecer y lo qué hizo es leerlo para todo el barrio. W habia que ver pocos dias después a la noble y cristiana aragonesa, sentada como una doctora a la puerta de su casa, y rodeada de unas cuarenta vecinas, mirando al libro a través de unas gafas, con cada cristal como un plato, y leyendo con entonacién enfatica y solemne: “Vida apologética... de San Antonio de Padua. Capitulo Pri- mero. Donde se demuestra... que, teniendo cada Santo en la tierra una regién especial... donde es venerado... en cambio... San An- tonio de Padua... es el Santo de todo el mundo.” :
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