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Sn ee ae eS ee por Pepito Reyes 207 —gPero qué es esto? zqué me ha pasao a mi? ZEstoy so- fiando o qué? ;Rediez! ;por vida del rediez! No, pues herido no estoy. Aguarda a ver.... No, no. jLo que es eso, no! Porque no siento nada. Y ademas, aqui tengo todo, el sonajero, las medias, el tré- bede.... Pero zel libro? ;Esta si que es buena! gQué le digo ahora a la Ezequiela? Esta noche ja la cama sin cenar! ;Se~ guro! ; ¥ lo de menos es eso, qué al fin he merendao bien en Zaragoza; pero jlo que me va a gritar ella cuando le diga! Pero ;qué rediez! ;el hombre ha de ser hombre y la mujer mujer!,.. aunque no, no me conviene hacerme el valiente. Lo que haré es Ilegar con cara triste y asi se enfadara menos. Y ademas ztengo yo la culpa 0 qué? Nada, nada, no hay que tt- mer. Liego y le digo: Esto y esto me ha pasado y nada mas; y cuando yo le explique todo, tiene que venirse a buenas y en- - trar en razén. ;Por vida de sanes! Si paice esto una cosa de _ brujeria! Las Ultimas frases de este descosido discurso las decia el mafio, iluminada ya la curtida faz por la luz del farol que pen- dia de la primera casa de su pueblo. Entré en él, casi tembloroso, como nifio que vuelve al hogar a dar cuenta y a recibir el castigo de una travesura; y en este estado Ilegé a su domicilio, cuya puerta encontrd totalmente cerrada. Pero no tardé en abrirse, apareciendo en el hueco la tia ' Ezequiela con un candil en la mano y diciendo con voz de jol- gorio: —j;Hola, compafierito! ;Tantos siglos sin verte! Y como el tio Melitén no diera sefiales de lengua al oir este _ plropo, afiadié su mujer: —Pero zqué es eso, amigo? zqué pasa? —Va estoy yo buen “amigo” y buena “pasa”! rompid¢, por fin, el mafio, con voz lugubre. ;Si supieras lo que ocurre! —2Qué? —Que ya pues encargar al sacristan que toque a muerto pa mi, porque en la carretera de Zaragoza y hace na mas que un cuarto de hora, me han quitao la vida. — Diablo! grité la tia Ezequiela comprendiéndolo todo en el acto. Con que no me traes el libro de San Antonio . zcOn que lo has perdido? ; Hoy Ilevas lefia ta! —,Alto! exclamé con clerta solemnidad el baturro, alzando la mano, puesto de pie en medio de la cocina. Al hombre, antes de castigarlo, hay que oilo, y antes que oilo, hay que callar. —Habla, dijo la baturra, con los brazos en jJarras, y dispuesta
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