BCCPAM000R48-1-33000000000000
eomsenae a 206 Colorin Colorado “Pues, como digo, ya llevo aqui todo, tres pares de médias, un trébede, cinco carretes de hilo, el catecismo pa Fermin, el sonajero pa la Carmen, y sobre tode la Vida de San Antonio. Esto es lo que ella mas espera y con razén, rediez, porque a San Antonio lo tiene ella y lo tenemos todo como de casa. Que no me hablen a mi del Patrén del pueblo, que si hace esto aue si hace lo otro, porque a mi no me resulta. Alli esta en el altar Mayor, con un cuchillo en la mano que paice que sé va a tragar medio mundo. Y le pidés agua en un apuro, y no te da cuatro gotas. Pero ;San Antonio! “Hombre ;quitate de ahi que no se puede ni comparar! Tenia la chica garrotiilo. Empecemos una Novena a San Antonio, y a los cinco dias, el garrotillo fuera. Vino la plaga de ratones, una vela a San Antonio y ja la China todos ellos! Me salid a mi un divieso en ei cuello ;una oracién a San Antonio y jafuera el di- vieso! “Nada, que tiene mucha influencia po alla arriba. Eso a la vista esta. Asi es que le hemos cogido en casa un carifo atroz. Sobre todo la Ezequiela, que no hacia mas que decirme: traeme la Vida de San Antonio, pa que la leamos en familia toaias no- ches, Pues aqui la tiene. Asi es que en cuanto Ilegue, le diré: Ezequiela, zquerias la Vida de San Antonio? Pues aqui la...” Y no pudo pasar de esa palabra el baturro porque ie paré én seco y le corté la charla y hasta la respiracién un individuo de elevada estatura que sé le iiterpuso en la carretera, apun- tandole con una escopeta y gritandole al mismo tiempo: —; Alto! —~£Qué es eso? gqué quiere usted? se atrevid a preguntar sin sangre en las venas, y cOn voz agonizante el tio Meliton. ~—jLa bolsa o la vida! afiadié el otro con voz terrible. —j{ Ah, la Vida, la Vida! contesté el baturro, arrojandole el libro. a los pies y echando.a correr. --pOye tu, camarada, le grité el ladrén, viendo que ¢ra un libro lo que le habia dado. 4Tengo yo tipo de bibliotecario, o qué? Y como el aragonés no retrocedia en su vertiginosa carrera, el ladrén le disparé su escopeta. Pero no le hinié; y creo que no fué por apuntar mal, sino porque el tio Melitén entonces, cruzando a campo traviesa, como una exhalacién, sembrados, acequias y barbechos, corria mas que la bala. Detuvose al fin, sofocado y jadeante, cuando estaba ya e me- dio kilémetro de su pueblo, y empezé a decir, cortando las pa- labras y entre grandes apuros de desesperacién:
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz