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por Pepito Reyes ~~ 197 —Pero usted gquién es si puede saberse?, pregunta el fon- dista en el colmo de la curiosidad. ~Pues yo soy... (y aqui suelta el baturro su nombre con sus dos apeltidos). —Acabaramos, hombre, exclama el seforén, tendiéndole ta mano y ‘anzando un grito, grito que apenas se percibe, ahoga- do por la tempestad de murmullos, exclamaciones y comenta- rios que estalla repentinamente en la sala. Cien veces habia ofdo hablar de usted, pero la verdad es que no tenia el honor y la satisfaccién de conocerlo personalmente. Reciba usted aho- ra mi saludo mas réspetuoso y tenga usted la bondad de per- donarnos, sefior mio, por tanta precaucién, tanta impertinencia y tanta molestia. —No hay que perdonar nada, contesta el aragonés, sin afia- dir una palabra mas. ZY quién era ese baturro original?, preguntara el iector. Pues era un sefior de la provincia de Teruel, forrado en billetes de banco, y hombre ilustrado, por afiadidura, e} cual, ademas de no acercarse casi nunca a Zaragoza, tenia el capri- cho simpatico de ir siempre vestido de clasico baturro, y hasta de adoptar a veces las actitudes, las formas y el lenguaje del mas humilde aldeano de su tierra. No hay necesidad de afiadir que con esta revelacion todo cambié instantanea y radicalmente en torno de él. Los servidores se descoyuntaban a cortesias al pasar cerca de su mesa, y el pinche que le iba trayendo un plato tras otro, se plegaba casi hasta tocar las rodillas con la cabeza. El baturro comia y sorbia y embaulaba, sin darsele un pito . Mi por lo que antes habia visto ni por lo que ahora estaba viendo; pero al levantar en alto su vaso para paladear el sa- broso “Carifiena”, notaba cémo aquellos sefores distinguidos y aquellas sefioras y damiselas resplandecientes de joyas y pedreria (verdaderas 0 de similor) le miraban dulces y son- rientes e inclinaban hacia él sus emperejiladas cabezas, como diciéndole: —"Ahora que estamos enterados ya de que es usted riqui- simo, le saludamos con el mayor afecto”. Asi es este chapucero mundo. Porque este suceso extrafio e histoérico demuestra dos cosas: 1." que la riqueza abre todas las puertas (menos ia del cielo).

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