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Era la hora agradable y deseada en que el amor y fa san- gre congregan bajo el mismo techo y en la misma habitacién, para reparar las fuerzas, a los miembros de la misma familia, y el salén principal del primer hotel de Zaragoza ofrecia enton- ces ef aspecto de la mayor animacién. EI cuchareteo, el rumor como de colmena, el ir y venir de los servidores entre las mesas, la agitacién de las manos, y ese movimiento caracteristico de cabezas que semejan e! olea- je de un lago removido, manifestaban claramente que, si el hombre no vive para comer, por lo menos disfruta de un gran placer corporal y espiritual durante la comida. No hay que ruborizarse por ello. Es una ley de la naturaleza, y el autor de la naturaleza todo fo ha hecho bien. En esto, gira silenciosamente sobre sus goznes la preciosa y muiticolor puerta de cristal y aparece subitamente én el sa- 13 NT