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192 Colorin Colorado artista de su labor, despidiéndose de San Cristobal. Se refugis el huésped entonces en la Imagen de la Inmaculada, y alli vol- vid a aparecer el nudo, impidiéndole la ejecucién de su plan. Acogidse por fin a la Imagen del mismo Dios hecho Nifio, y alli Se encontré también con el nudo que no le dejaba pasar adelante. Nada ha respetado ese terrible adversario, ni al Santo ni a la Reina de todos los Santos, ni a la Imagen del que es. Ja misma Santidad. “Expulsado el imaginero ae todas sus posiciones, pero sin querer resignarse a un fracaso total, se ha vengado magnifi- camente, segun él dice, de su enemigo en el ultimo fragmento de cerezo, ejecutando alli un trabajo artistico delicadisimo y maravilloso. “Ese objeto artistico esperado por vosotros y por mi, ni lo habéis visto vosotros todavia ni lo he visto yo. Por eso os he convocado en la Sala Capitular, para proporcionarme y propor- cionaros a vosotros un rato de emocidn estética con la con- templacién de esa maravilla. iFray Macario! Haganos la caridad de abrir la puerta do esta Sala y aparezca ya ante nosotros el artifice con su Cbra”. A estas palabras, abandona én el acto su asiento un monje aneiano y venerable, y abre la puerta de par en par, dibujan- ose entonces en el hueco la silueta de Fortunato, rechoncho, rojo de tanta salud, sonnente y triunfador. Primero se inclina saludando a toda aquella asamblea, y Juego, con gran prosopeya, sé encamina en linea recta hasta la mitad de la estancia. Una vez alli, da con mucho salero un cuarto de vuelta, y duego se dirige lenta y pausadamente hacla la Predidencia, lle- vando consigo la tan esperada “obra de arte”. VY zcual era la “obra de arte”? Ya me perdonara el pacientisimo lector, que después de tanto palique le salga ahora con una pata de gallo. Pero zqué voy a hacer yo? Historiador soy en este caso, y a la verdad me debo antes que a nadie. Pues la obra de arte que Fortunato habia elaborado en cin- co meses de trabajo; la obra de arte que 6! Ilevaba en sus ma- NOs como una reliquia santa 0 como un candelabro del altar y que iba mostrando orgulloso a derecha e izquierda a todos aque- llos monjes; la obra de arte, digo, era un hermoso, formida- ble, descomunal y estupendo... CUCHARON.

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