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| ' _188 Colorin Colorado cimientos artisticos, sin duda notables, es usted hombre de pocos arrestos. —~Por qué? —Porque usted debia, valiéndose de su arte; desfigurar ese estorbo y hasta servirse de él para hermosear la Imagen. Se rinde usted pronto ante la dificultad. —No me diga, Padre Abad, no me diga. Ocho dias hace que estoy en lucha feroz con mi enemigo. Golpeo, afino y abrillanto cambio de herramienta, tomo la ofensiva por aqui, embisto por alla, acometo por un lado, ataco por otro, y, nada, el nudo siempre alli sin quererse marchar, cada vez mas duro, cada vez mas grande, cada vez mas negro, cada vez mas feo. - Pero no por eso me amilano, Padre Abad. Al contrario, casi me alegro. Si, sefior, me alegro. Usted me preguntaré zy por qué? Pues porque con este segundo percance Ilego ye a la Imagen que es précisamente mi especialidad, a la Imagen de : Jesus entre infante y adolescente. Ahi es donde me luzco yo. Con ella triunfé en mis buenos tiempos en las Exposiciones de Berlin, Paris y Filadeifia. Ciento diez centimetros de madere excelente me quedan. 4Me permite usted que le haga con ella una Imagen de! nifio Jesis? Le prevengo que quedara Satis- : fechisimo. iy —NO me parece mal su pensamiento. Pero considere usted, i hermano Fortunato, que vamos perdiendo terreno, vamos ba- jando. 5 Hl Al contranio, Padre Abad; en realidad vam)s_ subiendo. i Ya lo ve usted: de San Cristobal a la Madre de Dios, y de la | Madre de Dios a su mismo Hijo divino. Ademas, me atrevo a asegurarle, fundado en el cariz que presenta el material res- tante, que no hay ya moros en la costa. Estoy cierto de ello. 4 -—Bien esta, repuso el Superior. Vamos, pues, con la Ima- : gen de Jess, y confiemos en que El, por ia gloria que le va a resultar del culto que ne de recibir en ella, no se dejara derrotar. Tres semanas después de esta ultima charla, vid Fortunato al Padre Abad camino del coro y acercandose a 4l, le dijo con acento dramatico y simulando la mayor contrariedad: —Padre Abad, haga usted el favor de darme su bendicién y su licencia para despedirme ahora mismo de esta santa casa, donde jamaés débiera haber puesto los pies.
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