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180 — Cotorin Colorado pero sin quitarse la gorra, y siguiéd entonces ei primero: ~—Pues, como le iba a usté a decir, ahora mismo ibamos a ponernos a comer los dos ahi, a la sombra de ese roble. Con- que, usté nos puede acompafiar. ~-]Muehisimas gracias! ‘Por supuesto, que la comida es como de pasteres, zeh?, queso fresco. zLe gusta a usté el queso? : ~zE!l queso? No me hable usted de queso, porque sdlo de oirlo nombrar me desmayo de satisfaccicn. El queso, dei cual se dice con verdad que es el complemento de una buena comida y el suplemento de una mala, es mi vianda favorita. —Pues es usté hoy feliz... y nosotros también, al poder Obsequiarie. Conque... ja cOmer sé va... y ahora mismo! Uno de los pastores sacé entonces de sus propias clforjas cinco quesos de tamafio de una naranja de las grandes, ®! otro pastor sacé asimismo de sus propias alforjas tres que- sos del mismo tamafio que los anteriores, y tendidos luego los tres cOmensales sObre un fresco tapiz de hierba, y cerca de una fuente que murmuraba (la Unica que murmurs alli, porque los comensalés eran muy buenos oristianos), despa- charon toda aquelia metralla, masticando lentamentey a con- ciencia, pero sin dejar ripio. ¥Y es de advertir que los tres co- mieron exactamente la misma cantidad de queso. Animado entonces el cazador (que era un sefior de ciudad y @scritor romantico, ademas), animado, digo, por las oleadas de energia que el estémago agradecido le enviaba a la cabeza, solté la taravilla de su lengua y se expresé en estos términos: ~—Pastores y cazadores, como dice el apotegma (y si ne lo dice el apotegma, lo digo yo) “tuto uno bon compafio™. Mi corazén, amigos mios, late en estos instantes a impulsos de la mas viva gratitud, por el favor que mé habéis heoho, del cual tenia precisa y casi extrema necesidad. Mi cuerpo esta gozando ahora por la refocilacién que ha recibido, y mi es- piritu no goza menos. Esta tranquilidad, este silencio, esta at. mésfera fresquisima y pura, y sobre todo, este ambiente ¢ primitiva sencillez y fraternidad que aqui se respiran, me traen a la memoria una escena igual a ésta, primorosamente descrita por el principe de los ingenios espafioles en la primera novela del mundo, “Alli nos pinta su inmortal autor con vivos colores, e! rdstico banquete que en un paraje de verdor, a éste parecido, celebraron Don Quijote y Sancho Panza, en compafiia de unos pastorés, como vosotros, banquete que tuvo para postre un celemin de bellotas, rocladas con buenns tragos de lo afiejo.
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