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por Pepito Reyes , 177 Los novicios cayeron de golpe sobre sus rodillas y con tas manos cruzadas y mudos de estupor contémplaban aque! cua- dro que les tenia como arrebatados. : Porque efectivamente, el cuerpo del novicio estaba en ol aire. Sus pies se elevaban como unos cuatro dedos del suelo. Su rostro se iba iluminando paulatinamente y se notaba de vez en ouando en su cuerpo un suavisimo balanceo. EI! - silencio era absoluto. Parecia que habian muerto repentinamente todos. ; 4 Pero al cabo de algunos minutos, desplegé tos labios Fray Inocente y sin dejar de mirar al Sagrario, que lo tenia como hipnotizado, pronunciéd estas frases que, como sé ve, sran: la mitad de un didlogo: ~ Si, Sefior! ;Si, Dios mio! — Si, Jesus! ;Por e00 he yenido, porque me has Hamado! —Si, Sefior, siempre. vended. ‘ a Renee eee e eden ween eeeeeesaee eeeeeeeUCCECOCOPOCOSCL COCO Cie 7Oh, Dios! ;Oh Dios “mio! 10h amor! ;Oh, Jesus! Siguieron a estos unos momentos de silencio y luego el cuerpo del novicio fué volviendo lentamente hacia atras, hasta recobrar ta vertical y descansar, al fin, sobre el pavimento. El color de su faz era entonces natural, pero daba mues- tras de ensimismado, como si se soOrprendiera a si propio en un mundo nuevo, y le fueran desconocidos los objetos que le rodeaban. Al cabo de algunos minutos, reaccionéd completamente, vid que seguia en este “valle de lagrimas”, y saliendo de la oa- pilia s@ encaminé a la huerta para continuar la recreacién con sus compafieros. - Pero los novicios no estaban alli. eee Los novietos, curioso lector, qué al ver a Fr. Inocentc vol- ver en si, se habian retirado presurosos, estaban en aquel momento en {4 celda del P. Maestro arrodillados, contandole el caso estupendo y pidiéndole perdén y penitencia. —jCastiguenos usted Padre —decia el noviclo caligrafo, re- dactor de la tarjeta—, castigueme sobre todo a mi que soy el mas culpable. 12

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