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por Pepito Reyes : 167 quiero yo mas que a Ti? ;Lejos de mi las vanidades de la tierra! j;Ah! jqué satisfecha esta el alma en tu santa presencia! Con razén nos dice don Basilio que mas vale un dia en tu casa que mil en los tabernaculos de los pecadores. Minutos, minutos, Sefior, se me hacen a mi las horas pasadas en tu compafiia! jQh mundo, mundo! —exclamo apuntando con ia zurda a uno de los ventanales de la iglesia—, j;yo te gborrezco! No me ofrezeas tus alegrias. No las quiero. No me ofrezcas tus placeres. Escoria son para mi. Con mi Dios me basta. El es mi todo. (Pausa). ;Ah! zquién me diera alas como de paloma para volar hasta Ti y descansar, como dice el Profeta? gCuando, Sefior, te acordaras de tu sierva? 4yCuando por fin me liamaras a tu lado? zCuando cambiaré por la patria este triste, este miserable desticrro? zCuando abandonaré esta tierra y me lHie- varas a Ti para vivir siémpre, siempre, contigo? ~Cuando, Sefior, cuando? En aquel instante hirié los oidos de la tia Gregoria un ruido tenue, uM roce muy suave, como de aleteo que vibraba hacia ja béveda. Levanté los ojos y, al ver uma especie de embarca- cién florida y flamante que descendia de las alturas hacia ella, grité, poniéndose rapidamente en pie: —jAh! zqué es esto? jJesis, Dios mio! zqué es lo que veo? Virgen del Carmen zqué me pasa a mi? El aparato posé suavemente en tierra; y cuando la tia Gre- goria lo miraba con expresién beatifica, sin saber si estaba déspierta o sofiando, percibié en io alto de la iglesia un canto celestial, un coro armonioso de instrumentos y voces, que le decia: Beata beata Beata Gregoria Métete en el cesto, Y stibete a la gloria. —~Pero a mi? —exclamé la tia Gregoria toda confusa--. 2A mi, Dios mio? ZA mi me Ilaméis al cielo? 2A esta vuestra sierva pecadom? ;Ah, no soy digna! ;No soy digna, Sefior, de este beneficio! Pero las voces misteriosas, sin hacer caso Ce escrupu- los, repetian cada vez més dulces e insinuantes:

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