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aueueenaemaneenenet foe 164 Colorin Colorado rT el yugo, alli las layas y mas alla la “ajada”, con veruadera furia. El sacristan de la villa que, al pasar por alli, noto aquel movimiento de ventolera, ie dijo, parandose: ~—Pero gqué le sucéde a usted hoy, tio Anselmo? . —~Y atun\me 1 preguntas, sinvergiienza, le contests éste mirandole de hito én hito, si la mitad de la culpa dé lo que me ocurre a. mi, la tienes tu? —-Va —res ié el sacristan sin alterarse en Jo mas mini- mo- . Comprendido. ZA que se trata de la tia Gregoria? —Entre fa Gregoria y el Gregorio me vais a desesperar. Fijate. Son. las dos de la tarde. Liego ‘del campo y encuentro la casa hecha uh estercolero, las camas sin hacer, el puchero parao, con los garbanzos. eomo pa matar moros,-y los cuatro mocetes; & medio vestir, y pidiendo 1a éomida... y yo también. =-¥ ella ena iglesia haciendo las eruces zn0 @s verdad? —jElla hace las cruces y yo las Hevo! —Pues no sera, tio Anselmo, porque no haya a ati yo la palabra que le di a usted; cien veces le tengo dicho cuando la veo en el templo, rezando a deshora: tia Gregoria j;que no! ique eso no. puede ser! jque no esta bien! jque en su casa hacé usted ahora mas falta que en lascasa de Dios! ;que antes es la Obligacidn que la devocién! ZQué mas voy a hacer yo? zquiere usted que al verla, le eche el “Canelo”? ~—Echale el “Canelo” y cuatrocientos perros mas, y pégale luego una paliza, a ver 8i consigues dejarme viudo. En fin... no sé lo que me digo. ;Perdén, Sefior, que nO Os quiero ofen- ant Pero, oye zno conoces tu algun remedio pa esta calami- dad? zNo te ocurre alguna estratagema pa qué esta mujer le cobre miedo a la iglesia? —g~Qué me va a Ocurrir a mi, qué me va a Ocurrir a mi? aunque... aguarde usted... tal vez... ~Si, hombre, si —afiadiéd, animandolo el tio Anselmo—. Tu que estudiaste.en el Seminario, y haces coplas a ia Virgen del Juneal y hasta has inventao una comedia pa las fiestas del Patron... Aqui el tio Lucas (que asi se llamaba el Sacristan) estallo en una carcajada larga y estrepitosa, y apretandose los ijares con ambas manos para no reventar riendo, se alejéd del tio Anselmo, calle abajo, y sin hablar una palabra mas. Comprendié el atribulado labrador que alguna diabiura le habia prendido repentinamente fuego en el cerebro a su com- padre, y le grité, cuando @staba ya bastante lejos:
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