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por Pepito Reyes 155 Sabiendo bien io que sois, sentiria gran pena al dejaros en este mundo, porque vuestra holgazaneria proverbial os llevaria pronto a la ruina; pero no sucedera asi, porque todo lo tengo previsto. Yo os aseguro que nunca os faltaré lo necesario. Acercaos unm poco mas, porque os voy a revelar un gran se- oreto. Aproximaronse los hijos lienos de ouriosidad al lecho de su padre, y él continué de este modo: —En esa vifia que tenemos a un kilémetro del pueblo, tengo sepuitado hace muchos afios un gran tesoro. Ahondad en ella profundamente hasta encontrarlo, y una vex que lo hayais en- contrado podéis estar tranquilos respecto de vuestro porve- nir, porque con los réditos de ese capital podéis vivir perfeo- tamente los tres. —Pero, padre—observé el hijo mayor—: zen qué parte de la vifia esta el tesoro? Porque la vifia es muy grande; mide to menos catorce hectareas, y, no sabiendo e] punto fijo, nos cos- tara quiz4 mucho el encontrario. —A @s0 voy—contesté el padre, languideciendo por momen- tos—. Ese gran tesoro esta sepultado en la... en ta... en la... ¥ aqui le dié un sincope repentino al moribundo, y sin poder concluir la frase, expird. Profunda fué entonces la consternacién de sus tres hijos, por doble motivo: primero, por ver ya convertido en cadaver al padre a quien amaban, y ademas (la verdad se ha de decir), por haber ido de este mundco sin acabar de revelaries el se- creto Sobrepusiéronse, sin embargo, a este ultimo sentimiento, y asisti¢ron a las honras fdnebres del autor de sus dias, sin ma- nifestar ninguna otra preocupacién. Pero cuando ya récibié tierra el cadaver y le dieron el ul- timo adiés, se lanzaron los tres no solamente con interés sino con verdadera funia (y no era para menos) en busca del tesoro escondido. Armados de palas, azadas y picos, corrieron a la vifia, y cava aqui, y ahonda alli, y arafia y escarba en la otra parte, se pasaron, no un dia ni una semana, sino varios meses, trasegando y temoviendo de mii modos la tierra, y jnada! el tesoro no aparecia, ni apareécié nunca. Su desenoanto fué grande y su desilusién completa. Pero todo tiene su compensacién. Porque resulta que, gra- cias a aquel trabajo profundo de azada que hicieron en la vifia. trajo en aquel afio una cosecha tan abundante de uva que méetia miedo.

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