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154 _ Colorin Colarado . —ZQué me pide usted? —Esa vifia, que es tuya desde este momento, consérvala siem- pre y no la conviertas en era. Eso es lo que te pido. zMe obe- deceras? ~—Si, padre, si. ;No faltaba mas! Ademas, si la era que te- nemos es tan excelente para trillar en ella, zpor qué voy a convertir en era la vifia que nos deja usted? —Es que td eres muy variable de caracter—replica el mo- ribundo—, y podia darte la tarantula por ahi. —Pues no me dara, padre. —De modo que @sa vifia, que es tuya desde este instante, no la convertiras en era, gverdad, hijo mio? —No, padre; se lo prometo. Murié el anciano, se distribuyeron entre si los dos herma- nos la hacienda que lés habia sefialado su padre, y, a los po- cos méses, el hermano holgazan ya lo habia vendido todo, sin exceptuar la vifia de marras. Un afio después pasaban Ics dos hermanos junto a lila, y dice e| disipador, mirando a la finea: ~—Esta vifia era mia hace un afio y medio. —zVes?—contesta su hermano. Ya has desobedecido al pa- dre. 5 ~—~Cémo? No entiendo lo que me dices. —Si, le has desobedecido; porque él te dijo al morir: Esta vifia es tuya. No la conviertas en era; y tu dices ahora: esta vifia hace un afio era mia. 4Ves cémo ia has conver tido en era? —Es verdad—tesponde su hermano, bajando la cabeza lleno de confusién.. 2.° El escenario de este caso segundo es el mismo que ei anterior, y la escena, parecida. Es un anciano y también labrador el que se muere; pero los hiJos que estan junto a su cama son tres, y los tres modelos acabados de desidia y pereza. El anciano padre redine las pocas fuerzas que le que- dan en aquellos momentos ditimos de su existencia, y di- rigiendo la palabra a sus hijos, les habla asi: —Hijos mios: la hora de mi partida ha Ilegado. No temo la muerte, porque, aunque peoador ,siempre he tenido buena voluntad para con Dios, y confio en que su divina misericordia me perdonara tas faltas que, por debilidad y no por malicia, he cometido.

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