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por Pepito Reyes 147 afectos a la religién, tuve mis tiempos de catdélico a mi manera; pero ef curso de los negocios me ha traido en agitacién per petua, Hevandome de aca para alla; y en ese movimiento, y con la tlectura de libros y trato de gente descreida, he visto tam- balearse mi fe, hasta que ultimamente, las paginas de un opusculo reciente y de un caso que lei en é!, me la ha tumbado por completo patas arriba. Desde entonces no creo en Dios, y me imagino que tengo un argumento para probar que no existe. —Pues venga ese argumento, le contesté, porque he leido bastante sobre esa materia, y Jamas he visto, para demostrar el ateismo, una razén que valga dos cuartos. —Pues a ver si ésta los vale. Hizo una pequefia pausa, carrasped ligeramente y hablé asi: —Si hay Dios, tiene que ser providente y justo. Es ssi que aqui no hay orden, ni concierto, ni justicia, ni providencia, ni nada. Luego Dios no existe. ¥ s: no existe Dios, tampoco existe ef alma, y lo del otro mundo es una paparrucha. —Un poco estrafalaria es la forma de ese silogismo, le res- pondi; pero prescindamos de la forma y vamos al fondo. Pruebe usted esa Menor. —Probo Minorem, me contesté muy ufano; que a mi también se me alcanza algo de achaqueés de Légica y de Latin, porque le participo que soy Bachilter. —jPues que sea enhcrabuenal —Muchas gracias. Y vamos 41 caso. En las afueras de una gran poblacién se alzaba un chaiet de lo mas elegante del mun- do, y en 61 residia un sefior, sabio, escritor y riquisimo, pero con mds. canalladas que ciencia y que riquézas; porque era estafador y maldiciente, traidor y desleal, corrompido hasta la médula de los huesos, digno en fin, d® ser sepultado en los quintos infiernos. En la actualicad estaba escribiende un libro antisocial, destinado a pervertir a media humanidad. En la misma habitaclén donde 6! esoribia, y prisionero en jaula dorada, cantaba un canar'o. No habia alli més que esos dos seres vivientes, el canario vistoso e inofensivo, y aquel bribén, aquel perverso, »quel sinvergiienza, aquel malvado. En esto se formé_en el espacio una tempested, cayé un rayo en la habitacién y maté a uno de los dos. ZA qu'én cree usted - que maté? a ~Al canario, contesté sin vacilar. : —(Risas estrepitosas en todv el auditorio, Por ellas com- | prendi, que ése era el hecho que venia utilizando aquel sefior | durante e| trayec*o para defender su ateismo). ~iHombre! respondié _mi_ interlocutor, empezando a po- | ' ee |
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