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146 | _____ Colorin Colorado mente vestidas, que por la edad y el tipo, podian ser muy bien madre e hija; dos Jévenes del sexo fuerte, de corte estudian- til; una sefiora ancianita, de luto y con gafas también negras; dos individuos mas, en el med.cdia de la vida, y con treza de caldistas al menudeo 0 cosa asi; un hombre de pueblo, con una cesta en ia mano, del cual supe después que era de la pro- vincla de Huesca; y en medio de aquel “senado” heterogéneo, un sefior voluminoso, de espaciosa calva, ojos azules, mosta- chos de gendarme antiguo, traje de rayadillo, gran pechera, donde serpenteaba una laberintica cadena de oro o de similor, y uMa expresién de rostro, que no sé si acusaba poco talento o mucha satisfaccién. Estaba fumando un puro, que no parecia de mala calidad. Supuse en seguida que e! fumador cortaba alli el bacalao; y no me equivoqué; porque el silencio significativo que produjo mi aparicién, lo corté a los pccos segundos uno de los cal- distas para decirle a 61, sefialandome a mi: —Mire usted, aqui le llega ahora un contrincante. —zZQué pasa, pues? pregunté yo, mientras acomodaba mi maleta en la red. —Pues nada, intervino el baturro, que este sefior nos esta diclendo hace un rato que el mundo se hizo solo, y que no hay alma, ni Dios que la vid. —De modo que zes usted ateo?, Interrogué yo al aludido. —Para servir a usted, me contesté sonriendo, y con voz de sochantre. " Eso, no, repliqué. Yo no quiero tener a ningun ateo por servidor, porque si el que me sirve no cree en Dios, me cortaré la cabeza, el dia en que le convenga. Por eso queria Voltaire, que su barbero fuera un buen cristiano. Pero, en fin, me ale- gro, no de que profese usted e! ateismo, sino de e:contrarme de manos a booa y ver cémo Ciscurre el hombre que niega la existencia del Ser Supremo. Ya, al decir estas palabras, me hallaba yo sentado frente a mi adversano. Y debiamos parecer entonces dos gallos Ingleses, dispuestos @ romperse mutuamente las crestas, porque el cerco se apreté en torno nuestro, y hasta noté que algunas manos sé restrega- ban de gusto. —Con que... usted dira, afiadi, miréndole de hito en hito, y casi provocandolo, —Pues mire usted, me contesté el sefiorén, arrojando antes ' por la ventanilla el medio puro que le quedaba; yo, como les he » manifestado a estos sefiores, aunque educado por padres poco

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