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14 Colorin Colorado en un instante al paroxismo de la ira, sacé précipitadamente un duro en plata y sé Io tiré al alcalde, y agarrando en seguida por el vientre la tinaja con sus dos manos crispadas por el furor, la levanté a peso por eneima de su cabeza, y empinandose ade- mas sobre las puntas de sus pies, la estrelié contra el empe- drado de la calle, esparciendo por el suelo los cascos rotos, las veinticinco libras de miel y las setecientas moscas; y hecho todo este estropicio, volviéd la espalda y se largé de alli echando ve- nablos. No impidieron al sefior alcalde ni los murmullos ni las car- cajadas que provocé esta escena en las doscientas 0 mas perso- Nas que alli habia, el atender a lo que le interesaba en aquei instante, que era encontrar el duro dé marras que después de chocar con su autorizada persona, habia caido al suelo y habia desaparecido, pero lo encontré muy pronto, y, con él en la ma- _ ho, se deslizé entre la muititud y se reunié a su amigo que ya lo esperaba; y diez minutos después aquellos dos diablos festivos y tentadores tomaban en un rinconcito del casino su merienda, que, pagada a cinco pesetas por barba, ;oh tiempos!, results casi espléndida. Entretanto, el baturro que iba por la calle ardiendo en Ha- mas de coraje, entré en la primera taberna que hallé al paso, pidié un litro de vino tinto de lo mas fuerte para apagar el in- cendio; se lo sirvieron y, temblando la mano y la barbilla, se lo envasé de un trago con los Ojos cérrados y como si bebiera eoliman, y acto continuo sé marohé del pueblo, maldiciendo la hora en que concibié la idea de acercarse a él. Pero estaba de Dios que aquélla tarde habia de ser de emo- ciones para el’ noble aragonés, porque no habia caminado ni doscientos pasos, cuando oyé resonar detras de si una voz in- fantil y argentina que le gritaba: —jEh! ;buen hombre! ;Sefior mielorc!, ;jque le vey a decir una cosa!! ;;Parese usted!! Volviéd la cabeza el gigante, y vid que venia hacia él, co- rriendo, una jovencita como de unos trece afios,de edad con una carta en la mano. -¥ gqué quieres td?—le preguntd, al llegar, e) baturro, mirandola cefiudo—. A lo que contesté la nifia, un poco anhe- losa de respiracién por la trotina que se habia dado en la ca- prera.

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