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— DIA CUARTO Dutcisimo Jestis mio, crucificado por mi amor, que siendo la fortaleza de los Angeles, oprimido de la Cruz, en que iba el peso de mis pecados, caisteis una, dos y tres veces, quedando vues- tras divinas rodillas llagadas y abiertas con la violencia de las caidas y peso de la Cruz. Yo ado- ro humildemente esas llagas santisimas. !Oh cuan costosas os fueron, Dios mio, mis irreveren- cias en los templos, mis caidas en pecados, y mis pasos mal empleados! Perdonadme, Sefior, y dad- me gracia para no caer en pecado, para seguir tnicamente el camino de la virtud, y llorar amar- gamente las caidas y llagas que os ocasioné, con mis acelerados pasos hacia la vanidad y lo malo, y con mi pereza e inmovilidad para lo bueno. Por esas santisimas llagas, y por el dolor de vuestra amantisima Madre al veros caido, sin poder daros la mano para vuestro alivio, dadme la mano para levantarme dela culpa y de mi tibieza; y conceded- me, que acabada sin tropiezo la jornada de esta vida, logre el feliz termino de una buena muerte, aia.

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