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herida por el viento en el fragor de la tormenta, viene a mí con sus alas tendidas. Un iris policromado que aparece en el negrisi- mo firmamento, para que resurja en mi dolorido corazón la esperanza y el aliento. Cuando, con los brazos abiertos y la sonrisa en los labios avanza hacia mi, yo diría que lleva en si la nitida luz de la mañana. Deteniéndose a mi lado, posa su blanca y deli- cada mano sobre mi cabeza, como si quisiera di- sipar mi amargo dolor. Luego escucho, absorto, la excelsa melodía de su boca. Una melodía dulce, suave y tierna, que, como miel regalada, fluye de sus labios ELLA ¡Pobre poeta, digno, en verdad, de lástima! ¿Querrás decirme cuál es tu amargo dolor? ¿Aca- so fué hecha esa tu alma delicada y tierna para vivir así, sofocada por la amargura? 11