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fresca como la primavera, en cuyos ojos rasgados y hermosos brilla una luz celestial. Su rostro pálido y rosado resplandece como un sol, y sus finos y rojos labios tienen la fragante frescura del lirio. Su cabellera, como un río de oro, cae en suaves ondas, esparciéndose luego sobre sus bien tornea- dos hombros. Cuando su fresca boca se abre en una alegre y fresca sonrisa, dijérase que un valioso tesoro se esconde en ella. Porque entre sus labios, rojos como las fresas del monte, aparecen en dos filas resplandecientes las perlas de sus dientes. Su esbelto cuerpo está vestido de blancas y flo- tantes gasas. Pudiera decirse que es un hermoso ángel descendido del Cielo. Cuando se me aparece en medio de la oscura noche, parece, en verdad, una blanca paloma, que, 69

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