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también la señora Mónica. Alli se estarán los dos, en sendos poyales, mira que te mira al fuego, sin decirse una sola palabra... Anochece ya. Los abuelitos se dirigen a la cama rezando largo rosario al hijo muerto... Ya se han callado... Ya dormitan... En el silen- cio de la noche cantan dos aldeanos, lejos, allá, camino del monte: «Su padre y su madre entre nosotros viven; el hijo, muerto es, el pobre. Elorriano como nos- otros era Valentin Berriochoa».

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