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De repente todos se ponen a mirar hacia Goen- kale y luego se corre que es el propio Isidro el que llega. El cantor lo ha notado también. ¡Oh! ¡Qué tran- ce aquél...! Los hombres están avergonzados, las mujeres llorando... ¿Qué hará? Tembloroso el labio y la vista en alto, ataca de súbito: «Cante ya la vida de uno de ellos (y este es el segundo verso): natural de Elorrio es Valentín Berriochoa. Su padre y su madre en Vizcaya vi- ven; el hijo, muerto está el pobre... Entre salvajes le ha alcanzado el plazo de su muerte». Así canta el viejo Xenpelar. El amable Isidro—a punto de estallar en llanto—baja los ojos al suelo... Calle arriba sube ahora. Encorvado va, a su ca- sa va, al rincón amado de la cocina donde llora 63

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