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Desde un rincón dos ancianos sus cabe- zas canas ya —¡Pobres muchachos!—decían quedamen- 4 . te—¿Dónde estarán las antiguas leyes...? ¿Qué crimen habrán cometido nuestros hijos para que los lleven a Africa? El lunes por la mañana lo vi en la iglesia... triste la mirada, abatida la frente, la negra boina en la mano. Se confesó con Don Jo- sé, oyó misa y luego se acercó a la Mesa de los Angeles a comer él dulce Pan que da la fuerza... Después de misa, dos viejecitas—ambas en su mantilla negra—charla que te charla, a a las puertas de la iglesia: —Sería el hijo único de Mari Iñaxi... Oi el día pasado que había caido para Africa. —¿Para Africa...? ¡Pobre mujer! ¡Quién lo había de decir! Bien la compadezco. No qui- siera estar en su lugar... 7 E Le rg S TA : nl a > mE ce pr - - - Pu A A a DAA y « AL us des Y a a >
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