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Pero yo no debo decirte cosas tristes. ¡Apa- rece ante ti el dolor! Acércame, hijo, esa ca- rita suave y querida y dame un besito... ¿Te he punzado con mi barba? ¡Eso no es nada! Mañana me la quitaré... ¿Tienes mie- do a la espuma? Si no te callas verás cómo tiño de blanco la punta de la nariz. ¡Vaya comparación! ¿Entonces a ti la nie- ve te parece espuma de jabón?;no fuera ma- lo que tu alma estuviera siempre tan blanca como la tierra con nieve y tu nariz con es- puma. ¡No te enfades, florecilla!l Lo que tú quie- ras. ¿Marino?, ¿aviador? Es lo mismo. Nadie sabe, amado mio, dónde está la felicidad te- rrena, si en el mar, en el aire, en la tierra... Si has de ser menesteroso o rico, al menos ama siempre la poesia. ¡Si sobre todo lo de- más pudiera yo inyectar en tu sangre la poesía misma..! 47

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