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Y vosotros, pájaros, ¿a dónde vais por bancos, con ese urgente impulso de alejamiento...? ¿Es que ha muerto vuestro amigo Ruiseñor y, estre- mecidas las alas, corréis temerosos de llegar tarde a sus exequias? ¡Cuán triste es la inexorable necesidad de cadu- car! ¡Ojalá que el día no se trocase en noche! 3 Al extinguirse la luz de las estaciones, resuéna- me en el alma el eco de lo pasado. Vosotras, mis tres estaciones que fuisteis, volved por mí llama- das, trayéndome cada cual vuestro presente: la una, esperanza; la otra, resurrección; la tercera, plenitud del vivir. De todas vosotras necesita mi corazón, pues la música de mis viejos versos me causa nostalgia de lo pasado. INVIERNO... Haced, Señor, que una vez y otra vuelva aún a ver la flor impaciente del argomal... PRIMAVERA... Y el joven manzanal como nevado, cuna de la primavera. Y aquellos tréboles que en la mano y

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