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¡A nada más miréis, ojos...! Siénteme al borde del camino, y contémplete a ti manza- nal... Manzanal blanco y nuevo, que semejas paraiso de mariposas o nevada inmovilizada en el espacio. Salpicando tu blancura, como gotas de sangre, muestras el rosa de los capullos tier- nos, de las flores aún cerradas a punto de estallar... Son como huellas del parto magní- fico de la Vida. ¡Volad, pájaros, y cantad jubilosos! Que Invierno, el viejo, murió, y ya no hay nieve sobre la tierra; que la pródiga mano todopo- derosa sembró ya de migajas del nuevo pan los árboles y los predios... Y sea para ti este gozoso grito mío: para ti manzanal, a quien la nueva savia ha vestido de fiesta de un modo predilecto. La Vida brilla lameante en ti, la vida acaba de reventar en tus ramas... ¡En ti la Primavera tiene su lecho natal! 311

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