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Paisaje de las estaciones I.—LA VIDA DUERME Mediado Febrero Tiene el cielo color de humo de leña verde, y, hacia el atrio del día, tiene una herida fresca con oro en vez de sangre. Cumbres ne- vadas sobre la niebla del profun- do; como si fuera un mar, y en él naves de ensueño. No hay fresas en la orilla del ca- mino, ni hay hierba jugosa. Hay una que otra flor de árgoma estri- dente, que, por anticipado, llama a la primavera. Hay un haya ga- llarda, que no suelta del todo sus galas, las de antaño, hojas rese- cas hoy; como las solteronas du- ras de resignar. En el zarzal sin hojas, roto, vacio, un nido. En la

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