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Nunca hubo en país extraño plácida felicidad. La casera abeja no sabe extraer buena esencia de miel de las flores extranjeras. Del mal polen nunca he libado. Pura bienamada, nunca me inspiró tu voz tanta esperanza, tanto placer. Contigo, mi cariño, habla- ré mi idioma; contigo hasta la muerte. Desde niño túvete inclinación, porque fuiste tú quien, en una hermosa noche, me hiciste, en me- dio del silencio, un llamamiento augusto: por eso quiero vivir bajo tu abrigo. Que eres hermana de aquella noche silente, di- ceme el arrullo amable que llega a través del re- cuerdo; y la mansedumbre de esta misma que hoy santa en mí un nocturno amoroso. Como tierna confidencia, acercáseme un leve rumor de ofrenda. Arriba, ¡oh dicha misteriosa!, juegan las estrellas escapándose unas de otras; juegan quizá porque es la estación del amor. Imagen purísima que dentro de mí habitas: me llenas de fragancias y yo enloquezco de gozo. Mi corazón celebra castas bodas contigo, Aralziñe! Sublime fiesta, fiesta embriagadora; sonrisa bien- querida, mansamente radiosa; flor de poesía del soñador... ¡Gracias a ti me siento hoy dichoso! 181
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