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En lo íntimo de mi morada interior Aunque he estado sumido en largo silencio, no me tiene subyugado ni embrujado la pereza; pró- digamente se me ha derramado dentro una dulce inquietud creadora. Sin decaer jamás, en busca de las linfas claras he caminado derecho por la pendiente que con- duce a la cumbre. ¡Si aun pudiera hallarlas a tiem- po, cuán grato fuera para mí el plácido descanso que sigue al afanarse! Allá delante veo resplandeciente la cumbre del Aitormendi. ¿No será alucinación? Lo cierto es que un noble deseo me empuja con apremio allá. Y espero que este vigor no decaiga. Ya que en la senda de mi vida soy propenso a la sed, ve, corazón, anda arriba, buscador de una fuente, de un generoso manantial. ¡Vuelca de pronto todo tu esfuerzo..! Muchos años tengo, y la cabeza flaquéame; pero en cambio siguen vivas mis ansias, y soy tan can- tor como antes; de esta amada canción son com- pañeros los pájaros, las estrellas, las flores... Con la dulzura mezclado tengo también un pe- sar: mar de llanto de cuando murió mi madre. xn im

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