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A Donostia (Al regresar de una excursión por Francia) Al volver de extranjera tierra a tu tibio seno, dulce Donosti, una canción brota de mi pecho, en incontenible impulso. Sólo el amante que gustó las exquisiteces del primer beso, puede saber de los suspiros de felicidad que invaden mi alma. De Francia vengo. ¡Qué mágicas dulzuras tiene allá el habla modulada por los labios de las muchachas con el armonioso acento del ruiseñor! Me extasié también ante los raudales de lumbre y lluvias de oro de las misteriosas auroras de la Costa Azul. Pero en medio de aquellas embriagueces perma- necía mudo mi corazón sumido en encantadora pereza. La florida canción que, ahora, en explosión in- contenible sube del pecho a mi garganta, es el 173