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sa abeja extrae por doquiera para el invierno el sustancioso jugo de la flor; infructuoso es el volar de la mariposa de flor en flor. Los misteriosos en- sueños que el joven acariciaba ayer en su fantasía, han desaparecido; y, loco de amor, hoy en otras vanas ilusiones puso su empeño ya. El rubio cabello que hermoseaba la juvenil ca- beza, va dejando girones a/lo largo de la vida. Han adquirido recia consistencia los íntimos pensa- mientos del hombre; pero entonces es cuando cien cabezas viperinas surgen en imponente agitación en el fondo del alma y ¡cuán punzantes suelen ser sus instigaciones al corazón! Es verdaderamente abrasador el calor estival. Mucho más punzante es todavía el aguijón de las avispas que se revuelven en el pecho del hombre; que avispas son las pasiones humanas. Sin la paz del corazón no es posible la felicidad. La incons- tancia en la juventud y en la virilidad las pasio- nes ahuyentan del alma toda tranquila felicidad. ¡Cuando el fuego ardoroso de la edad viril se ha encalmado ya, cuán grato sabe, allá en el otoño de la vida, el descanso definitivo, libre de toda preocupación! Los duros reveses sufridos a través de la vida, sean saludable lección para el hombre; exhuberante otoño de la vida. 169

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