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largo del camino de la vida, como en el estío se agostan las tempranas flores de la primavera. ¿Dónde están aquellos ensueños que, inconti- nenti, bullían en la mente de José Miguel en pun- zante inquietud? Acérquese cautelosamente el poeta y trate de descifrar el sueño que rumia en su interior. Sobre pequeña colina, enhiesta, como queriendo levantar el vuelo, se yergue una blanca casita en- galanada de primores de luz; un florido vergel junto a la casa; en la hondonada, murmurantes arroyuelos henchidos de plateados pececillos; vi- des repletas de racimos retorcidas por los troncos de los árboles, manzanas sonrosadas, dulces fresas y lucientes cerezas por doquiera; las vacas pastan- do en el yerbal al son de las esquilas; el soberbio gallo conduciendo a numerosa corte de gallinas. El clásico aroma de la hornada casera que en torno del caserio se difunde, mientras en el tibio hogar reina la paz y el ansia del vivir; entretanto, en la recogida cocina, la vigilante reina de la blan- ca casita cuán suavemente va contagiando de pla- centera alegría a todos los moradores, y en la cuna, Xi 161