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Ya la blanca y densa niebla ha ceñido las montañas... En el hondo del bosque parece distinguirse la sombra del «Basojaun». Y las cumbres y el valle profundo quedan envuel- tos en blanco sudario... que las alas de la noche todo lo cubren... .. Una tras otra fueron dejando las gaviotas los picachos de la costa: se ocultaron en si- lencio, como espantadas de la negra noche. Tan sólo a intervalos óyense misteriosas las- timeras voces de aves nocturnas, formando dúo con ladridos de perros... «Horas felices. La brisa marina sopla ti- biamente... Poco a poco asciende de la tierra el vaho cargado de rocío... Horas apacibles y quedas... Sólo se oye el silbido de las ha- das nocturnas. La madre Natura hila blanca urdimbre cuajada de estrellas. SACRIFICIUM LAUDIS «¡Ea! Pescadores, noble raza de Euskale- rría: ¡Callad todos, callad muchachos..! Que suena ya el toque de la campana que llama 137

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