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Vid'io pien di spavento, Perch'esser mi parea pur su nel cielo; Tal di dolcezza velo Avvolse il bel piacere agli occhi mei.» «Lleno de terror y espanto vi sentarse a la sombra, sobre el regazo de la hierba, a una ninfa ligera y blanca, porque a la verdad me parecía estar en el mismo cielo; con tal velo de dulzura envolvió el placer mis ojos.» Los poetas, que para sus creaciones han elegido las estaciones del año, la primavera y el verano sobre todo, se han sentido favorecidos por las hadas misteriosas. Ellas han alentado su mente, inflamado su inspiración, donándoles el espléndido ropaje de sus poesías. Mas no por esto las poesías de «Lizardi» son de tono exótico. Nácenle de lo íntimo de su ser el argumento y su forma externa. Si bellas son sus poesías, son de su paternidad exclusiva. No han sido las lecturas las que le han inspirado. Son brotes espontáneos de su alma. Savia ranciamente vasca corre por sus versos. Ta- llados éstos conforme al genio singular del euskera. Ellos me recuerdan otros bien antiguos de añejo sabor popular: «Cuando brilla el sol, qué dulce es la sombra. Querida, hablaste cual era tu deseo.» Renovar, así, el euskera no es sino injertar en él su arcaico vigor. El ropaje será moderno pero el genio clásico de la lengua vibra en el lenguaje que emplea. Todo esto se hallará en «Lizardi», en su «Urte giroak ene begian». Este es su argumento. STO Aa TIIAT, Ñ 5

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