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los rayos de una celeste luz y te alejaste an- tes de caer en lo más hondo de la sima. No llores ya... Da gracias al Señor, María de mi alma, y, elevando tus preces al Cielo, cumple con valor tus propósitos de hoy. No llores ya... Aprende a andar en tu ca- mino. Aprende a huir a tiempo de las cade- nas mentirosas del amor. Asi, un buen día, el Señor te pondrá ante tus ojos al enamorado compañero de tu yugo conyugal. Aquel a quien con luz del Cielo elijas por tu esposo, te será nido de amor y suave yugo. m

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