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ELLA Calma, calma, pobre poeta; refrena tu ira ar- diente; de lo contrario, vas a enloquecer sin re- medio. Es desgarrador, en efecto, el contemplar a la patria idolatrada en tan terrible situación, he- rida tan despiadadamente. Pero ya veo legiones de patriotas vascos siem- pre prestos a la lucha por la salvación de la pa- tria. Ensancha, pues, tu corazón a la luz de la es- peranza; quizá pronto va ya a despuntar la aurora del triunfo. Y, además, canta, poeta querido. Que no enmu- dezca, no, tu garganta. La música será el alivio de tu alma, la miel de tu corazón. Y, alégrate también. Mira: el manto de nieve que cubría la vega ha retrocedido hasta las cimas. Como un hada riente, vestida de luz y de colores, muestra ya su rostro la pulcra primavera. Ella, con una mirada de sus ardientes ojos, en- cenderá, en el firmamento, el sol, cuyos cálidos be- sos derretirán las frías nieves, que caerán en ruti- lantes e irisadas cascadas desde las altas cimas, mientras que otra porción será tragada por la tie- rra. 85

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