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a ti te perdiera, pues, ¿quién daría aliento a mi al- ma y esfuerzo a mi corazón? Por complacerte voy a rasgar, una vez más, con dura y despiadada mano, la viva llaga. Y, una vez más, veré brotar, roja, cálida y abundante, como antes, la ola de mi sangre. Yo guardaba bien custodiado, en lo más intimo de mi corazón, un dulce amor. ¡Oh recuerdo de- leitoso! Mi amante idolatrada teníame fascinado. Podría asegurar que todas las bellezas de este mundo eran atesoradas por ella. El límpido azul del risueño firmamento y la blanca y leve espuma del mar tranquilo; La espléndida rubicundez de las alegres playas y de los lozanos y fecundos trigales de Julio; el 1T

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