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debe a un milagro, y que ese milagro debe atribuírse a la Virgen de Pompeya “El bote que casualmente se hallaba en aquellas solitarias playas tenía escritas en uno de sus costados las letras: N. S. D. P. Ntra. Sra. de Pom- peya, y estaba pintado nada menos que con los colores argentinos. En ese bote navegaron seis días con mar agitada, Y la pequeña em- barcación supo sobrellevar airosamente todos los embates de la marejada hasta llegar a su destino. Este es el nuevo caso que se presenta hoy, y que se atribuye a un nuevo milagro de la Virgen. Esta mañana, durante la Misa acostumbrada en favor de los aviadores, la concurrencia fué ver- daderamente enorme, notándose personas que nunca habían acudido a ese santuario y que, posiblemente, adhiriéndose al deseo común, han ido allí para expresar su acción de gracias al Todopoderoso. LA PRIMERA NOTICIA Y LA SRA. DE DUGGAN Cuando esta mañana visitamos la basilica, el Superior y Párroco, Revdo. P. Andrés de Mendigorría, se manifestó verdaderamente satisfe- cho de lo ocurrido, alabando con frases llenas de unción, las bondades de la Virgen. Pero, nos dijo ese sacerdote, lo más interesante del caso es lo que sucedió ayer. Estaban diciendo la misa de costumbre, agregó, con la pre- sencia de la Sra. de Duggan y otras personas, en el momento preciso, en que la expectación era mayor. | Casualmente llegó a nosotros el rumor de que los pilotos habían sido encontrados, y de inmediato, tomamos el tubo del teléfono, para confir- mar la noticia en algún diario, cuando el timbre sonó y se nos anunciaba de la misma casa de Duggan la comprobación de la noticia. ¿Le avisaron a la Sra. entonces?... — De inmediato; ya había pa- sado la mitad de la Misa y le dimos la grata nueva a la Sra., que no cabía en sí de gozo y satisfacción. Ya ve Vd., de como aquí mismo, fué tam- bién donde a ella le tocó recibir la nueva tan esperada, en los momentos ya, en que posiblemente su espíritu empezaba a flaquear un poco, ante la inutilidad de las averiguaciones efectuadas.” Para conformación de estos datos destaquemos las palabras de los mismos aviadores: “A la altura de la isla Maraca, decía Duggan en su primera comuni- cación, tras los ocho días de ansiedad, vimos una canoa que solamente la Divina Providencia pudo haber puesto allí. La embarcación llevaba en la popa las mismas iniciales que la estampa de Ntra. Sra. de Pompeya, nuestra Patrona y estaba pintada con los colores de la Patria. Duggan. Del piloto Olivero. Recibe el mismo día la Sra. Duggan el sigte. despacho: “Lamentamos que el destino haya reservado a nuestros hogares días angustiosos que logramos vencer en la penosa prueba. La Virgen de Nueva Pompeya, a auien Vd. confió nuestra custodia, nos acompaña en el Buenos Aires”, y nos proteje. Confíe en Ella y tenga confianza en nosotros. Nuestro ánimo es excelente. — Olivero”. La noticia de la salvación se difunde rápidamente, y todos los que no están ciegos de espíritu o no se hallan maleados por necios sectaris- mos, admiran las religiosas declaraciones de los esforzados pilotos y ven en ellas la verdad de un caso providencial, otorgado por la que es la dis- pensadora de las gracias, Reina Santísima del Rosario. Y esta confianza en su celestial patrona nunca abandona a los bravos tripulantes, como se desprende claramente de otro despacho trasmitido desde la ciudad de Belén por la United, en que Duggan hace las sigtes. declaraciones: e TEE A A ell 85 FT (S ASS GEES Fa Va Tr YN: Sr GINIS
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