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AXV. - El Raid Nueva York - Buenos Aires y la Virgen de Nueva Pompeya Honda conmoción causó en toda la República Argentina el famoso raid Nueva York -Buenos Aires, cuyas peripecias siguió la opinión con marcadísimo interés. El señor Bernardo Duggan, conocido sportman de la buena sociedad bonaerense, adquirió un avión de su propiedad. Con ocasión de transpor- tarlo hasta la República organizó un interesante raid desde Nueva York hasta Buenos Aires, que debían llevarlo a cabo el referido señor Duggan con el capitán señor Olivero y el mecánico Campanelli. Salieron de Nueva York el día 24 de mayo de 1926 y en sucesivas etapas realizadas sin ningún percance desagradable, llegaron a la isla de Maracá el día 13 de junio. “Hace años, dice la señora de Duggan, madre del aviador, que mi hijo Bernardo lleva una medalla de la Virgen de Pompeya, dada por una amiguita muy devota de la Virgen. Asi mismo, mi hija, muy devota de la Virgen bajo esta advocación de Nuestra Señora de Pompeya, siempre que mis hijos corrían carreras de automóviles, los encomendaba a su protec- ción para que saliesen ilesos. Cuando estuvo para embarcarse con el fin de preparar su raid Nueva York - Buenos Aires, el capitán Olivero nos indicó hacer también, antes de emprender la travesía, una visita a Luján.” “El domingo, dos días antes de embarcarse mi hijo, salíamos para Luján, cuando al llegar a Flores, se desencadenó una fuerte tormenta, que duró hasta las dos de la tarde, siendo imposible seguir adelante debido a los malos caminos más allá de Morón. Entonces determiné ir a Nueva Pompeya, cuyo santuario, tanto yo como mi hijo, era la segunda vez que visitábamos. Subimos al Camarín de la Virgen, y pedí que los protegiera, comprometiéndome a oír misa todos los días que durase el vuelo. Compré una plaqueta grande con la imagen de Nuestra Señora de Pompeya, la que hice bendecir para que me la colocalaran en el avión.” No quedó frutrada la confianza materna entre las angustias y peripe- cias del prolongado raid; antes se vió favorecida y largamente recompen- sada con la victoria de su hijo. La señora Duggan no quiso que quedara en la intimidad de su con- ciencia el divino patrocinio, impetrado para el hijo valeroso y experto, que iba a jugarse la vida. Aúí supieron Duggan, Olivero y Campanelli, ya junto a la máquina, que roncaba en la impaciencia del primer salto, en Nueva York, que ante la imagen de Nueva Pompeya, patrona de la ex: pedición, «rezaría por ellos todas las mañanas quien desde Buenos Aires iba a seguirles con el alma y con el corazón puestos en la suerte de su aventura. Vino después la contrariedad de un día sin noticias; la inquietud de ON IVIIZ == _—= 7, ES PY ARO E O SESNSSOOS SEN) Y E) da NS 81 S

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